Los hombres no lloran.

¡Los hombres no lloran! -dice el tipo al pibito que cuelga de su mano, mientras pasan a mi lado.

Y yo quisiera abrazarlo y decirle -¡Nene! Si querés llorar, llorá. No te contengas que la vida te exigirá sangre, sudor y lágrimas, así que andá probando desde ahora.

Además, sabelo bien, el que no llora no mama, y tu papá, que ahora se hace el piola, seguro que muchas veces lloró como una mujer. Y que también vertió lágrimas de cocodrilo para zafar de alguna.

Yo por mi parte te puedo contar una historia que tiene lágrimas negras, como mi vida. Te puedo afirmar que amor se escribe con llanto. Pero no quiero ser la que provoque una lágrima en tu rostro.

Te podría decir que cuando él me dejó, nos separamos sin un llanto. Pero te mentiría. La verdad es que ese día no dejaba de llorar y llorar, llorar y llorar. Y para mis adentros me decía: -Lloraré, lloraré, sola y triste en este mundo, aunque al rato a mi misma me juraba: -¡Yo no lloro más!

Pero ahora te bato la justa purrete, en la vida es preferible reír que llorar,
así que mejor cantá y no llores y que se alegren los corazones.

Yo, mientras tanto, me alejo con una furtiva lágrima…