El matrimonio ideal.
En los años 60 había un matrimonio ideal, sí señor, sí señora.
Y ese era el del bancario y la maestra, especialmente en una ciudad chica como en la que yo nací, allá lejos y hace tiempo en el frío sur de la provincia.
No hace falta decir que hoy ya ni el frío ha quedado de aquellos días, cuando yendo a la escuela nos encantaba romper la escarcha que cubría los charcos como un vidrio transparente, luego de una noche de helada furibunda.
Él, buen partido, trabajaba por ejemplo en el sector de cajas del banco de la provincia, con su camisa almidonada y sus ligas en las mangas que le permitían contar los billetes, de una docena menos de ceros que los actuales, sin que el puño le molestara. Con el tiempo, podía llegar a ser jefe de cajas y luego tesorero y hasta gerente, si se lo proponía.
Ella, prolija y estudiosa, con su guardapolvo igualmente almidonado y su portafolios de cuero marrón, daba clases, quizás en el tercer grado “A” de una escuela pública de barrio. Con el tiempo, habría podido tal vez comprarse un fitito -llamado en aquel entonces “el auto de las maestras”- y con más tiempo aún podría llegar a ser directora, si tenía vocación para serlo.
La familia veraneaba en algún hotel de sindicato -bancario o docente- en las sierras o en la playa y los dos se podrían jubilar a temprana edad y tal vez abrir un negocito que sumara ingresos a las arcas de la casa y los mantuviera entretenidos hasta que llegaran los nietos.
Y no era que nuestra siempre esquiva actualidad económica fuera floreciente, ni en ese momento, ni ahora, ni en la época del virrey Cisneros.
¿Entonces, que pasó?
¿Fue la globalización?¿Fueron los abonos de cable, internet, prepaga, gimnasio, teléfono móvil, parques de la gloria, alarmas, tiempos compartidos, plataformas de video, seguros, escuela privada? ¿Fueron los viajes al exterior, las tevés de dos metros, los autos inteligentes, los baby showers, las mascotas de raza o el día de los enamorados? ¿Fue la búsqueda de la realización personal, del éxito, de la plenitud, del máximo potencial?
Tal vez no signifique -solamente- que aquellos sueldos de bancario y maestra estén devaluados y no alcancen hoy. Tal vez fue que las necesidades que nos inventaron se multiplicaron y con ellas las horas de trabajo, las presiones laborales, las exigencias, la falta de sueño…
Entonces ese matrimonio que se juntaba a tomar mate cuando los chicos volvían del colegio, hoy se encuentra con suerte a la hora de la cena para recuperar algo del tiempo que le consume del resto del día atender todo lo demás.
Tal vez nos pusimos la vara demasiado alta o el mundo cambió inexorablemente. Tal vez un rebaje de quinta a tercera nos permita todavía detenernos un poco en las cosas que nos hacen realmente felices: el sol en la ventana, la risa de los pibes, el abrazo que abrasa, el rato imprescindible para pensar en nosotros mismos. Tal vez…